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Oprawa | Twarda |
Liczba stron | 240 |
Format | 15 x 21 |
Wydawca | Media Vaca |
ISBN | 978-84-943625-4-5 |
Manuel Azaña Díaz (1880-1940) fue el último presidente de la República española. Para sus partidarios y para sus opositores, personificó el éxito y el fracaso de la República. En 1939, perdida la guerra civil, atravesó la frontera con Francia camino del exilio. En cuanto tuvo ocasión, escribió una larga carta a su abogado y amigo Ángel Ossorio, expatriado en Buenos Aires, para ponerle al corriente de los acontecimientos de las dos últimas semanas. Son sucesos que conviene conocer y que el presidente Azaña (hombre de letras, como se decía antes) sabe contar de una manera emocionante. A pesar de su brevedad, y del tono empleado, que puede parecer ligero, esta carta es la crónica de una colosal tragedia en la que se relata el final de una ilusión colectiva y de un país que no pudo ser.
La carta, que ha sido publicada en volúmenes de obras completas, no existía como obra independiente y, en nuestra opinión, tiene sentido hacerlo así; quizá tampoco sea el mayor disparate ofrecerla como edición ilustrada, si bien algo habría que decir de la colección de dibujos que la acompañan. En casi todos ellos aparecen unos individuos que se ensañan con el presidente Azaña: unos le pegan con un bastón, como en los títeres de cachiporra, otros le disparan con la ametralladora, y hay incluso quien se atreve a darle un pisotón en la parte donde más duele. ¿Quiénes son los componentes de esta alborozada turba? Detrás de las caricaturas, algunos lectores reconocerán a los miembros de la llamada «Otra generación del 27», es decir, Miguel Mihura, Antonio de Lara Tono, Enrique Jardiel Poncela, José López Rubio y Edgar Neville, quienes, en los años 30 del pasado siglo, practicaron un estilo de humor que mereció los calificativos de «nuevo», «inteligente» y «libre». Este grupo de humoristas y amigos, reunidos alrededor de la revista Gutiérrez y posteriormente en La Codorniz, trajeron un soplo de aire fresco a una sociedad que, a pesar de todos sus esfuerzos por modernizarse, seguía siendo rehén de la carcunda.
Inexplicablemente (habrá explicación, y algo se dice en este libro), durante la guerra civil, estos creadores acabaron tomando partido por el bando rebelde y sirvieron al franquismo en sus tareas de propaganda. Por deseo del ilustrador Manuel Flores (y por méritos propios), pelea del lado de los humoristas el poeta y pensador Miguel de Unamuno, que en varios momentos se enfrenta consigo mismo.